Trabajo nueve horas por día frente a una computadora, sentada en una mala posición sin mover el orto, recibiendo miles de ondas electromagnéticas de otras veinte computadoras, usando el pensamiento sin parar y discutiendo cada tanto sobre cosas tan estúpidas como usar o no una palabra en una aviso. Después invierto gran parte de mi sueldo en remedios, homeopatía, yoga, terapia y medicina china, con la intención de sanar las secuelas que dejan entre otras cosas esas nueve horas diarias de laburo. No tiene sentido. Y ser conciente de esto tiene todavía menos sentido. Largar todo y vivir abajo del sol bailando, cantando, durmiendo, plantando, comiendo y amando sería una buena opción. Pero evidentemente esto todavía tiene alguna satisfacción.
O no.
Ojalá algún día lea esto y piense: qué pelotuda era.